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sábado, 11 de abril de 2009

jovenes....Esto es en Cali

Ya sea que se le llamen pandillas, parches o combos, los grupos de jóvenes de estratos altos en Cali involucrados en asuntos de drogas y actos de vandalismo, son un problema social latente en esa ciudad
El fenómeno de los grupos de jóvenes de estratos altos de Cali que se reúnen y que cada cierto tiempo se vuelven noticia por las peleas, los disturbios y los actos de vandalismo que provocan, en realidad esconden una problemática mucho más profunda y compleja. El fenómeno no es nuevo. Ya desde los años setenta se sabe de la existencia de estos “parches” y han quedado plasmados en las obras de autores como Andrés Caicedo, quien los retrató en obras como El Atravesado, que narra la historia de un adolescente que se siente solo en el mundo y se refugia en líos y peleas callejeras para buscarse un lugar en la sociedad. Hoy esa realidad ha seguido mutando, la salsa y el rock le han dado paso al reggaetón y al techno y las peleas, muchas veces con armas, son esporádicas pero siguen latentes. Las causas, según las autoridades y los integrantes de estos parches, tienen que ver con un estilo de vida en el que las comodidades económicas pretender suplir la falta de afecto.
Según Carlos Rojas, director del Programa de Cultura Ciudadana de la Alcaldía de Cali, se calcula que hoy en la ciudad pueden haber unos 3 mil jóvenes entre los 14 y 18 años, de estratos altos, involucrados en unos 120 grupos Según Rojas, no se les puede llamar propiamente pandillas porque su “principal objetivo no es delinquir, sino lograr un reconocimiento muchas veces a través de actos violentos”. Sus puntos de encuentro son sectores exclusivos de la ciudad como las cercanías al Centro Comercial Palmetto, el Centro Comercial Chipichape, el Parque del Limonar o el Parque del Perro. En Cali es común encontrar testimonios de jóvenes que han sido testigos o conocen casos cercanos de personas como ellos que se han visto involucrados o han sido víctimas de las confrontaciones entre los “Combos de Puppys” (cachorros en inglés), como les gusta hacerse llamar a estos clanes para no ser estigmatizados con el término pandilla. El año pasado se registraron por lo menos 10 casos de peleas grupales relacionadas con estos combos. En 2007 una riña entre dos hermandades dejó un muerto y dos heridos. En lo corrido de 2009 hasta ahora el incidente más grave ocurrió el pasado 20 de febrero donde una pelea con armas blancas entre dos combos al sur de la ciudad dejó a 4 adolescentes heridos. Esos son los hechos que sacan a estos grupos a la luz pública y que a ellos les hace ganar valor y reconocimiento. Sin embargo, en el día a día, aunque no estén formando grandes escándalos públicos, también viven una realidad clandestina igual de peligrosa. Varios grupos reconocidos como La Torque, La Alianza, La Contra, La Unión y Los Hellfish tienen códigos de conducta que revelan que se toman sus combos muy en serio. En algunos de estos grupos existen reglas que prohíben abandonar al clan; a los nuevos integrantes se les exige destacarse en las riñas y uno de los requisitos para ingresar es demostrar relaciones con contactos efectivos que los surtan de drogas y armas. Si un miembro resulta no ser apto para pertenecer al grupo, le va aún peor y debe soportar que se “la monten” con bromas pesadas que muchas veces prefieren no denunciar por miedo a represalias peores. Recientemente se ha vuelto común que estos grupos alquilen casas en barrios lujosos como Los Cristales o San Antonio donde se reúnen unos 200 jóvenes en fiestas que se salen de control. Ahí son comunes el consumo de marihuana, cocaína y éxtasis. Según un joven que ha hecho parte de estas fiestas, en algunas de ellas se realizan orgías en las que las adolescentes tienen sexo de forma simultánea con varios compañeros de su parche. Aunque las autoridades están haciendo lo posible para acercarse a los jóvenes y buscar una solución a esta problemática, todo indica que este es un camino largo por recorrer. Según Doris Tejeda, directora del Observatorio Social de la Secretaría de Gobierno de Cali, en la ciudad se vienen adelantando encuentros con integrantes de los parches, trabajan en conjunto con centros que tratan la drogadicción y se desarrollan programas como Cali sin Pandillas. Sin embargo, el ambiente de tensión se siente y los grupos buscan la forma de seguir sus propias dinámicas. Se contactan principalmente a través de Facebook y Hi5 y como las autoridades habían logrado rastrearlos de cierta manera a través de esas redes sociales, han hecho cada vez más complicado el ingreso a esos grupos en Internet. Se identifican con alias, claves y lenguajes cifrados que solo comprenden entre ellos. El asunto es complejo. Los grupos de estratos altos a veces se refuerzan con pandillas de barrios populares; cada día se fusionan, se dividen o se crean nuevos combos que para entrar con fuerza en ese ambiente hostil se hacen sentir con violencia y agresividad. Para Carlos Rojas, la mejor vía para encontrar una salida a este fenómeno social es que “el mundo adulto e institucional logre ir a la velocidad de los jóvenes y entender sus dinámicas”. Mientras se buscan alternativas para encontrar un acercamiento exitoso con los líderes de estos grupos, lo cierto es que muchos jóvenes siguen buscando un espacio en estos combos para encontrarse con adolescentes igual que ellos y sentirse identificados con experiencias extremas que muchas veces ponen en riesgo sus vidas.

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